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Personalizando el cuidado hacia una óptima calidad de VIHda

Jorge Garrido, Adriá Curran, Margarita Ramírez Schacke, Javier Sánchez Rubio Ferrández

Apoyo Positivo

E-mail de correspondencia: coordinacion@apoyopositivo.org

 

Desde hace años, los sistemas de salud de todo el mundo giran progresivamente hacia un modelo de atención que establece el valor en la experiencia que la persona tiene en los diferentes recursos asistenciales y procesos sanitarios.

Fue en 2006 cuando los autores Porter y Teisberg acuñaron el concepto de ASBV1: asistencia sanitaria basada en valor, para poner a la persona en el centro de la atención y dar valor a su percepción del sistema, y del impacto de la propia condición de salud en su calidad de vida.

LA MEDICINA Y ASISTENCIA SANITARIA BASADA EN LO QUE TIENE VALOR

Tras modelos sanitarios fundamentados en la evidencia científica y, posteriormente, en la medición de resultados, este nuevo paradigma de asistencia sanitaria establece la prioridad en la vivencia de la persona dentro del sistema de salud, la experiencia con la propia atención sanitaria que recibe, el manejo y adherencia a los cuidados y el tratamiento, así como en la percepción individual de la patología en cuestión.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) aseguran que alrededor de un 30% de los recursos implementados en la asistencia sanitaria se malgastan en complicaciones evitables, en procesos y protocolos no coordinados que suponen oportunidades perdidas, en tratamientos innecesarios o en barreras administrativas2, 3.

Así la ASBV básicamente se centra en la medición de la calidad de los resultados, no tanto en la cantidad y, además, permite dos hechos fundamentales: que la toma de decisiones se ejecute basada en esos resultados de valor, y que cuente con la participación real del paciente en ella, permitiendo un sistema más efectivo y cercano a la percepción de una buena calidad de vida en la persona.

El sistema de salud español es uno de los pioneros en la aplicación de este nuevo enfoque4, con iniciativas destacadas como la Estrategia de Valor de Osakidetza5, Servicio de Salud del País Vasco, lanzada en 2023, o el proyecto H2O, impulsado por el Hospital Universitari Vall d’Hebron de Barcelona6.

Pero, sin duda, si hay una condición de salud que ha ido asentando las bases para hacer de este paradigma una realidad, ésta ha sido el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y su respuesta.

LA ASISTENCIA DE VALOR EN EL VIH

Desde el año 2017, los principales agentes de respuesta a esta infección comenzamos un camino para establecer el modelo óptimo de atención al paciente con infección por el VIH, que aportase resultados de valor y diese respuesta a algunos de los retos que se plantean en esta recta final del VIH como problema de salud pública.

Desarrollado en diferentes fases, a partir de un grupo multidisciplinar de Profesionales Sanitarios (en los ámbitos de VIH, Geriatras, Farmacéuticos, Enfermería, Epidemiólogos, Atención primaria, Psicólogos y Trabajadores sociales), Administraciones Públicas, Sociedades científicas y ONG, el proyecto National Policy, un proyecto promovido por GeSIDA y SEISIDA, con el apoyo de ViiV Healthcare, el aval de CESIDA, SEIMC, SEFH y RIS, y con el soporte de SI-Health, consultora de apoyo estratégico en el sector salud especializada en la gestión del cambio y la transformación organizativa, supone el camino hacia un modelo práctico de atención integral personalizada, centrado en la calidad de vida, la adherencia y las necesidades psicosociales de las personas con VIH (PVIH).

Según el Estudio del Índice de largo plazo, en el que se han medido las comorbilidades de las personas con VIH, liderado por SEISIDA e ISGlobal, en España al menos un 25% de las personas con VIH tiene problemas de salud mental diagnosticados7.

A su vez, especialistas del VIH consideran que los factores neuropsiquiátricos, a pesar de considerarlos muy relevantes (96%) en la asistencia a las personas con el virus, están infradiagnosticados (76,6%)8.

Si las comorbilidades físicas suponen una dificultad en el manejo de una patología crónica, los factores neuropsiquiátricos y la implicación en ellos del estigma relacionado con el VIH, y el relativo a las comunidades más afectadas, suponen una de las principales barreras para el acceso a los servicios especializados, para la gestión a largo plazo de la patología y generan un enorme impacto en la calidad de vida relacionada con la salud global, siendo una prioridad para la atención óptima9.

 

(Continua…)

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